La crisis que enfrentamos -la mirada se va despejando cada mes que pasa-, será dura. No sólo en lo económico, sino en lo humano, lo financiero y lo social.

El tamaño del golpe a la economía, se sabe ya por los primeros estragos que se registran en el primer trimestre a nivel global, es tentativamente mayor a lo vivido en el 2009 o en 1995, esto es, ya cercano a lo vivido en los años posteriores a la primera guerra mundial.

El golpe en lo financiero no ha sido aún grande, pero se agrandará, y es que los mercados accionarios y de deuda tienden a reflejar con visión de largo plazo lo que esperan para la economía pasada la primera ola del sobresalto, pero no son tan exactos para reflejar lo que olas subsiguientes traerán (y olas nuevas llegarán, como la de quiebras de pymes, el desempleo que le sigue a eso -con su caída en consumo-, los quebrantos bancarios y una crisis de liquidez primero, y luego de crédito).

También debe contarse el golpe en lo humano (medio millón de muertos palidece contra otras enfermedades y otras causas de muerte, pero preocupan los picos sobre el “presupuesto” de muertes descontado en los sistemas de salud) y en lo social, al borrar al menos 10 años de lucha contra la pobreza. Esto, a su vez, traerá una marejada adicional en los clamores de las clases bajas, con las rasgaduras sobre el tejido poblacional y la fragmentación institucional que le acompaña.

En el caso particular de México, los factores de riesgo se han apilado, a una, en un solo montón, casi en el número de un misterio completo del rosario. Los sectores que sufrirán más al principio, si se mira a las sensibilidades de pasadas crisis, su morosidad en recesiones y los efectos del encierro, son el cluster del turismo y restaurantes, la construcción y la minería, la ganadería y la silvicultura, el transporte, y algunos ramos de la manufactura y comercio. Otros podrán sortear mejor, como la agricultura, el sector financiero y el de salud.

Urge pues, ante esto, tener un proceso sólido de planeación, líneas de liquidez disponibles, cautela en el gasto, mantener un mínimo arcón de efectivo, repago de dudas, buscar mercados en dólares, y preservar el recurso humano como activo principal. Se trata de ser resiliente, de pasar por encima del tsunami de información (en su mayoría negativa y una buena parte también dudosa o falsa) y ver un futuro limpio y nuevo, aun a pesar de que lo que nos siga enfrente sean meses y quizás hasta años de tiempos bastante obscuros.

¿Y las metáforas entonces, serán sólo elementos de romance? (como cuando un fuego quema un bosque viejo ya sin vida y uno nuevo y vibrante surge de él; o toda semilla que se gesta bajo tierra, en la obscuridad, y produce árboles y frutos hacia la luz; o una vida nueva, que en la obscuridad del vientre se va tejiendo primero hasta llegar a los brazos de la madre o, hasta una bella fotografía que requiere antes de ser revelada, tomar su color en lo obscuro). Creo que no, creo que la vida tiene guardadas cosas que requieren desazón primero, para florecer después.

Una cita de hace tres mil años en un libro judío dice: “Te daré los tesoros en la obscuridad y riquezas escondidas en los lugares secretos”. No es entonces el principio, algo nuevo ni algo romántico y nada más. Es como de hecho -y con el récord histórico- funciona la vida de los hombres, las empresas y la de las naciones. En las épocas obscuras se esconden riquezas que habrá que descubrir, habrá que estar atento para aprovechar y crecer con ellas, habrá que estar preparados para distinguirlas entre el lodo y las ruinas, tomarlas, desempolvarlas y hacer buen provecho de ellas.

Oportunidades de una o dos veces en la vida de la firma y del individuo. Éste es el tiempo de estar atentos, de tomar con estoicismo los embates de la crisis, mientras dure, sin buscar villanos a quienes culpar y esperar, con los medios a los que se pueda echar mano, el surgimiento de esos tesoros escondidos y para ser arquitectos hábiles y tomar con intrepidez y también prudencia, las decisiones que requieren arrojo en cuanto a ellos. Tome ánimo estimado lector, pongamos la mirada en lo que viene después de la tormenta.

Escrito originalmente por Jorge A. Martínez en la Columna Riesgo y Valor del Periódico Reforma el 28/Abril/2020.